CLEVELAND, Ohio – Recuerdo vívidamente aquel sábado de octubre cuando, con el corazón palpitante, presencié cómo A Tribe Called Quest, esos magos del hip hop que revolucionaron mi adolescencia, ascendían al panteón del Salón de la Fama del Rock & Roll. Era el 19 de octubre, y la música estaba a punto de cambiar para siempre.
Cierro los ojos y aún puedo verlos: John «Q-Tip» Fareed, el visionario productor; Malik «Phife Dawg» Taylor, cuya voz aún resuena en nuestros corazones; Jarobi White, el enigmático anfitrión; y Ali Shaheed Muhammad, el mago detrás de los platos. Estos chicos de Queens no solo hicieron música; forjaron el sonido de una era.
Formaban parte de Native Tongues, un movimiento que no solo hacía música, sino que predicaba una filosofía. Junto a De La Soul, llevaron el afrocentrismo y el positivismo a un género que estaba siendo engullido por la oscuridad del gangsta rap. Su sonido era una amalgama audaz de hip-hop, jazz, soul y funk que desafiaba etiquetas.
Cuando «People’s Instinctive Travels and the Paths of Rhythm» cayó como una bomba en la primavera del 90, el paisaje del hip-hop se transformó. Era un sonido que no se parecía a nada que hubiéramos escuchado antes. Mientras De La Soul ya había sacudido el árbol con su «3 Ft. High & Rising», A Tribe Called Quest estaba a punto de arrancarlo de raíz.
En un momento en que NWA rugía con «Straight Outta Compton», convirtiendo a jóvenes raperos en caricaturas de mafiosos callejeros de la noche a la mañana, A Tribe Called Quest optó por un camino diferente. Su debut era una brisa fresca en un desierto de agresividad.
El video de «I Left My Wallet In El Segundo» era una obra maestra de lo absurdo. Nada de bling-bling ni historias de supervivencia urbana. Solo un viaje en un destartalado Dodge Dart con un misterioso hombrecillo con sombrero. BET y MTV lo pasaban en bucle, y nosotros no podíamos dejar de verlo.
Este video era la antítesis de todo lo que el hip-hop representaba en ese momento. No había rastro de la masculinidad exagerada ni de los clichés urbanos que saturaban las pantallas. A Tribe Called Quest nos mostró que había otra forma de hacer hip-hop, una que celebraba la individualidad y la creatividad por encima de todo. Y por eso, hoy los celebramos en el Salón de la Fama.
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